LIBRO LEÍDO: "CARTAS PARA TOMÁS"
Libro: Cartas para Tomás
Autor:
Malucha Pinto
… Anoche sentada en
la cama, mientras las noticias pasaban por el tv, me puse a leer el libro de
Malucha… en algunas oportunidades volví
a releer lo que escribía, sin embargo de todo el libro me gustó un pasaje que
ella menciona y me hace pensar en nosotros, en el diario vivir, en cómo nos “plantamos” frente
al día, nos acomodamos, peinamos, maquillamos y hacemos que convine nuestra
ropa “para”… ¿Para qué?... ¿para sentirnos bien?, o ¿para aquél que nos mire en la calle o en el trabajo vea
lo estupendos que nos vemos con las botas “CAT”, o la parka “NortFace”?...
Nos “hemos perdido”
me dije, y desde anoche que pienso en la “Malucha”, en como la capacidad o la
incapacidad del “otro” sólo la vemos
nosotros… SÍ!!! Nosotros como padres que vemos con objetividad que mi hija de 1.50 cm de
estatura nunca será modelo…. Que mi hijo tartamudo, nunca leerá las Noticias en
el Mega… que mi hija de 4.6 promedio,
nunca irá a la Universidad…
¿Quiénes somos nosotros
para señalar con juicio, e indicar con el dedo quién debe, quien no, quien
puede, o quién no?. Hago un llamado a
los padres en general, a que nos plantemos al lado de nuestros retoños y caminemos
con ellos de la mano en busca de sus
sueños… enseñarles que es más importante el valor de la educación, el dar un
buenos días y las gracias es más importante que tener un título colgado en la
pared y mirar con indiferencia al vecino de al lado porque sólo trabaja en la
feria. Veámonos como somos, aceptando el pié chueco, las cicatrices en la piel,
las manos torcidas por las artritis, la espalda encorvada por la escoliosis y
muchas otras “limitancias” que hacen que el resto nos limite. Así es como lo
describe la Malucha….
Pag.
118 …” En medio del supermercado repleto de gente, te había dejado sentado en
tu silla. Me había alejado algunos pasos. Desde la distancia te vi: Tu cabeza
colgaba impúdicamente. Un hilo de baba se asomaba en tu boca. La gente te
miraba de reojo, de frente, con lástima. Mi primer impulso fue correr hasta ti.
Componer el descalabro. Acortar la diferencia entre el mundo y tú. Que no te
notaras. Respiré hondo y establecí un nexo con mis profundidades.
Desde
ahí volví a mirarte. Tú eras un gesto poético.
¡Con
qué coraje te exponías y afirmabas ante todos tu naturaleza!. A mí me cuelga la
cabeza, miro de reojo, se me enroscan los brazos, se me cae la saliva. Me
atrevo a que todos ustedes me vean tal cual soy. No me oculto. En medio de la gente
eres una bomba de tiempo que echaba por tierra nuestros afanes, nuestra
compuesta alegría, los colores de nuestras ropas combinados exactamente como los combina el que camina al lado.
Echabas
por tierra nuestros peinados inmaculados, nuestro paso uniformado. Ponías en
evidencia nuestra desesperación por
ocultar nuestras diferencias.
Tu
cabeza que cuelga existe en cada uno de nosotros. En medio de todos eras un
espejo feroz de nuestra precariedad escondida. Ahí estabas para recordarnos que
no somos dioses. Para recordarnos y mostrarnos, en un acto de dignidad nunca
vista, tu humanidad sin afeites, sin disfraces…
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