Friday, May 18, 2018

LIBRO LEÍDO: "CARTAS PARA TOMÁS"



Libro: Cartas para Tomás
Autor: Malucha Pinto
… Anoche sentada en la cama, mientras las noticias pasaban por el tv, me puse a leer el libro de Malucha…  en algunas oportunidades volví a releer lo que escribía, sin embargo de todo el libro me gustó un pasaje que ella menciona y me hace pensar en nosotros, en el  diario vivir, en cómo nos “plantamos” frente al día, nos acomodamos, peinamos, maquillamos y hacemos que convine nuestra ropa “para”… ¿Para qué?... ¿para sentirnos bien?, o ¿para aquél  que nos mire en la calle o en el trabajo vea lo estupendos que nos vemos con las botas “CAT”, o la parka “NortFace”?...
Nos “hemos perdido” me dije, y desde anoche que pienso en la “Malucha”, en como la capacidad o la incapacidad del “otro”  sólo la vemos nosotros… SÍ!!! Nosotros como padres que vemos con  objetividad que mi hija de 1.50 cm de estatura nunca será modelo…. Que mi hijo tartamudo, nunca leerá las Noticias en el Mega… que mi hija  de 4.6 promedio, nunca irá a la Universidad…
¿Quiénes somos nosotros para señalar con juicio, e indicar con el dedo quién debe, quien no, quien puede, o quién no?.  Hago un llamado a los padres en general, a que nos plantemos al lado de nuestros retoños y caminemos con ellos de la mano en busca de sus sueños… enseñarles que es más importante el valor de la educación, el dar un buenos días y las gracias es más importante que tener un título colgado en la pared y mirar con indiferencia al vecino de al lado porque sólo trabaja en la feria. Veámonos como somos, aceptando el pié chueco, las cicatrices en la piel, las manos torcidas por las artritis, la espalda encorvada por la escoliosis y muchas otras “limitancias” que hacen que el resto nos limite. Así es como lo describe la Malucha….
Pag. 118 …” En medio del supermercado repleto de gente, te había dejado sentado en tu silla. Me había alejado algunos pasos. Desde la distancia te vi: Tu cabeza colgaba impúdicamente. Un hilo de baba se asomaba en tu boca. La gente te miraba de reojo, de frente, con lástima. Mi primer impulso fue correr hasta ti. Componer el descalabro. Acortar la diferencia entre el mundo y tú. Que no te notaras. Respiré hondo y establecí un nexo con mis profundidades.
Desde ahí volví a mirarte. Tú eras un gesto poético.
¡Con qué coraje te exponías y afirmabas ante todos tu naturaleza!. A mí me cuelga la cabeza, miro de reojo, se me enroscan los brazos, se me cae la saliva. Me atrevo a que todos ustedes me vean tal cual soy. No me oculto. En medio de la gente eres una bomba de tiempo que echaba por tierra nuestros afanes, nuestra compuesta alegría, los colores de nuestras ropas combinados exactamente  como los combina el que camina al lado.
Echabas por tierra nuestros peinados inmaculados, nuestro paso uniformado. Ponías en evidencia  nuestra desesperación por ocultar nuestras diferencias.
Tu cabeza que cuelga existe en cada uno de nosotros. En medio de todos eras un espejo feroz de nuestra precariedad escondida. Ahí estabas para recordarnos que no somos dioses. Para recordarnos y mostrarnos, en un acto de dignidad nunca vista, tu humanidad sin afeites, sin disfraces…                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       



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