CARTAS DE NAVIDAD
El calor sofocante del viernes me hacía doler la cabeza más de la cuenta, quería vagar un poco por las calles del centro de Santiago, e impregnarme del espíritu de la Navidad que este año lo consideraba perdido debido a la escasez de recursos para mi cena de Noche Buena. La algarabía de la banda en la plaza de armas invitaba a los transeúntes a unirse al ritmo de la música y de los aplausos. Un poco mas allá los niños jugaban con las palomas mientras la gente corría de un lado para otro comprando los regalos de ultima hora. Dispuesta a ir a casa; abrazar a mi hijo, besar a mi marido, hice mi última parada: “Correo central”, dije para mi, que muchas ilusiones se guardan escondidas en los buzones y casillas de aquel lugar, pensando encontrar más ilusiones; entré…
Había un murmullo y tumulto de gente, entre el tropel, me di cuenta de que todos leían cartas, éstas estaban esparcidas por el suelo, habían dibujos y sobres esparcidos por todos lados; una caja en una esquina llena de sobres dirigidos al “Viejito Pascuero”.
Una persona a mi lado, repetía: “Mercadería… cena….”, ella buscaba esperanzada entre miles de cartas y sobres, alguna que dijese la mentada palabra y conceder a ése destinatario el regalo de Navidad; muchos hombres sentados en el suelo, y familias completas buscando y leyendo, leyendo… leyendo…
Hacía mucho calor, pero era más grande el deseo de éstas personas de llenar su corazón de algo que yo creía había perdido. Tomé muchas cartas sin dirección donde enviar “algo”… muchas de ellas, de niños que pedían la ansiada bicicleta o muñecas de marca… y me quedé con una.
Yo quería mi cena, regalos para mi familia y que mi gato no hubiese fallecido dos días antes sin ver las luces de mi árbol.
La carta de Julián decía que no quería regalos este año, que quería ver al viejo pascuero desde lejos y que su madre pudiera juntar el ansiado dinero que le faltaba para postular al subsidio y no vivir más de allegados.
Ahí estaba yo, buscando la Navidad entre cartas de niños que rebosaban del espíritu perdido y que logré encontrar en la carta de Julián.
Al final del día, recibí regalos, tuve cena, y a través de mis ojos, mi gato vió las luces de mi árbol.-
PK2
Había un murmullo y tumulto de gente, entre el tropel, me di cuenta de que todos leían cartas, éstas estaban esparcidas por el suelo, habían dibujos y sobres esparcidos por todos lados; una caja en una esquina llena de sobres dirigidos al “Viejito Pascuero”.
Una persona a mi lado, repetía: “Mercadería… cena….”, ella buscaba esperanzada entre miles de cartas y sobres, alguna que dijese la mentada palabra y conceder a ése destinatario el regalo de Navidad; muchos hombres sentados en el suelo, y familias completas buscando y leyendo, leyendo… leyendo…
Hacía mucho calor, pero era más grande el deseo de éstas personas de llenar su corazón de algo que yo creía había perdido. Tomé muchas cartas sin dirección donde enviar “algo”… muchas de ellas, de niños que pedían la ansiada bicicleta o muñecas de marca… y me quedé con una.
Yo quería mi cena, regalos para mi familia y que mi gato no hubiese fallecido dos días antes sin ver las luces de mi árbol.
La carta de Julián decía que no quería regalos este año, que quería ver al viejo pascuero desde lejos y que su madre pudiera juntar el ansiado dinero que le faltaba para postular al subsidio y no vivir más de allegados.
Ahí estaba yo, buscando la Navidad entre cartas de niños que rebosaban del espíritu perdido y que logré encontrar en la carta de Julián.
Al final del día, recibí regalos, tuve cena, y a través de mis ojos, mi gato vió las luces de mi árbol.-
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